15 días atras cuando volvíamos de New York hacia Miami sucedió algo inesperado, como saben lograr un vuelo que salga On Time de NY es algo tan fácil como acertar un pleno apostando el ultimo billete a un solo numero en la ruleta, y una vez mas, el vuelo se canceló, entonces rápidamente reaccionamos y logramos subirnos a un avión que iba a Boston (Norte de NY) y hacer una escala hacia Miami, esto nos mantendría ocupados y sin esperar 6 horas sentados en el mismo aeropuerto.
La historia es la siguiente... desde el pequeño avión que nos llevaba a Boston, antes de aterrizar logré ver un hermoso faro (Light House Harbor), era un horario cercano al atardecer y la imagen por los colores del mismo creaban una sensación de paz y calidez inagotables.
Miré atentamente el faro, no se por qué, pero los faros tienen esa belleza indiscutida que les da la historia, el ser quien mira el mar, el que vela por los barcos y quién marca el camino de vuelta o de llegada a destino... esa belleza de iluminar y esa magia de proyectar, agrandar y enriquecer una luz mínima, todo esto y miles de razones estéticas mas hacen que el faro sea un punto de encuentro a nuestros ojos inevitable...
Pero la sorpresa fue mayor, porque alrededor de esta islita, alborotada por su propio encanto, descubri unas moles de piedra que la marea parecía descubrir y volver a sumergir, de repente una de las rocas gigantes desaparece en el fondo haciéndose cada vez mas pequeña, otra de las rocas solo se corre y gira cambiando de color, vuelvo a mirar con una sorpresa feroz, y descubro que son 3 ballenas... dudo de lo que veo, no puedo ser protagonista de semejante atracción solo por mirar por la ventana del avion, es mi imaginación... pienso, sigo mirando y las dudas se alejan, son ballenas que estan sacando su lomo en la superficie y jugando, solo faltaría que una de ellas saltara o flameara su cola al viento, pero no, solo siguieron simulando ser rocas vivientes sumergiéndose y emergiendo ante mis ojos maravillados de semejante show.
La vida nos rodea de cosas maravillosas, solo tenemos que agudizar nuestra cámara escóndida en el corazón y descubrirlas.
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